Francia, en el siglo xvm, era un país básicamente rural (de los 26 millones de habitantes con que contaba entonces, 20 eran campesinos). Las masas campesinas vivían en la miseria, al tiempo que la nobleza se mostraba absolutamente contraria a contribuir al déficit del estado.
Ahora bien, en esta sociedad y a lo largo del siglo XVII, el comercio, la industria y las finanzas habían ido ocupando una posición cada vez más importante en la economía nacional. La burguesía tenía en sus manos el poder económico y, como grupo social, consideraba que debía establecerse una armonía entre la ley y los hechos. En definitiva, deseaba acabar con los privilegios nobiliarios. Por otra parte, la Ilustración fomentada en Francia por la burguesía, creó un clima intelectual propicio al cambio revolucionario. También la revolución de Estados Unidos contribuyó a preparar el ambiente revolucionario.
En 1787, tras el fracaso de los grandes ministros reformadores, Turgot y Necker, y ante la apurada situación de la hacienda francesa, el rey convocó una asamblea de notables con la esperanza de ganarse su apoyo en vísperas de la Revolución, reclamó de la aristocracia su colaboración financiera mediante un impuesto que debería pagarse sobre el producto de todas las tierras, pero los notables se mostraron rebeldes. Este hecho se denomina la «revuelta de los privilegiados». Pero, al retirar su apoyo a la monarquía, los nobles abrieron las puertas a la Revolución.
domingo, 21 de junio de 2009
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