La política de reformas iniciada por el presidente de la Unión Soviética, Mijáil Gorbachov, se extendío progresivamente a todos los países de la Europa comunista. Tras la legalización en 1988 del sindicato polaco Solidarnosc, Hungría aceptaba, en febrero de 1989, el multipartidismo, preparándose para unas elecciones generales plenamente libres.
Los meses finales de 1989 vieron la caída del gobierno comunista checoslovaco y su sustitución por ur. gobierno provisional que convocó las primeras elecciones libres en cuarenta y cuatro años, elecciones que dieron una aplastante mayoría a Vaclav Havel, miembro del principal grupo reformista —el Foro Cívico— En diciembre del mismo año, fue Rumania, el país con más bajo nivel de vida de la zona, el que intente su apertura mediante una movilización popular que fue duramente reprimida por la Securitate, policía de tuestado. El proceso y la ejecución de Nicolae Ceau-sescu y su esposa Elena en la Navidad de 1989, parecieron poner fin al más cruento proceso liberalizador de la Europa del Este, si bien la falta de cultura democrática, la violencia contenida y los pocos cambios reales que se produjeron en la cúpula del poder a la subida de Ion Iliescu produjeron nuevos disturbios en junio de 1990.
Los enfrentamientos étnicos, que parecían haber perdido su virtualidad en la Yugoslavia comunista de Tito surgida tras la liberación, reaparecieron con inusitada violencia en 1991, tras el fracaso de la rotación en la presidencia federal, manifestándose primero en Eslovenia y luego en duros enfrentamientos entre Servia y Croacia, que apuntaron a la desintegración de la república.
El cambio de dirección en Bulgaria y las reformas en Albania fueron otros efectos del cambio de rumbo adoptado por la Unión Soviética y del giro hacia Occidente de los países integrados militarmente en la alianza del Pacto de Varsovia y económicamente en el COMECON. Los procesos de transición del llamado socialismo real al capitalismo de mercado, pacíficos en Hungría y Polonia, muy sangrientos en Rumania y Albania y como resultado de importantes movilizaciones populares, duramente reprimidas por el poder comunista, en Checoslovaquia y la República Democrática Alemana, culminaron en la caída del Muro de Berlín y la desaparición de la RDA que el 1 de julio de 1990 quedó unida monetaria, económica y socialmente a la República Federal. Tres meses más tarde, el 3 de octubre, tenía lugar la unión política de la nueva Alemania.
El proceso de reformas en la Unión Soviética se vio amenazado por el intento involucionista del golpe de estado de agosto de 1991. Pero fracasado a los tres días, dio paso a profundos cambios: disolución del Partido comunista, demolición y desaparición de la iconografía de la revolución y nueva estructura, aunque provisional del poder ejecutivo y del poder legislativo en la proyectada futura Unión. En el rápido proceso de resurgimiento de los nacionalismos bálticos, Estonia, Letonia y Lituania, antiguos estados bálticos anteriores a la Segunda Guerra Mundial, aprovecharon el desmembramiento de la URSS que siguió al fracaso del golpe de estado de agosto de 1991 para recuperar su independencia, romper sus lazos con la Unión Soviética y lograr el reconocimiento internacional, mientras que otras repúblicas de la anterior Unión proclamaban su independencia, tratando de conseguir o la aceptación de su separación o el establecimiento de una federación entre ellas.
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Por el esfuerzo y dedicación, a pesar de los errores, tiene la nota: 6.2
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